“Sociedad y naturaleza están entrelazadas y tienen que ser entendidas como un todo”

16/12/2019

Alexis Vásquez, académico Departamento de Geografía, Universidad de Chile.

“La crisis social que enfrenta el país, indudablemente es también una crisis ambiental”. Así lo asegura Alexis Vásquez, investigador y académico del Departamento de Geografía de la Universidad de Chile, y encargado de los proyectos de Planificación Territorial que ha llevado adelante el Proyecto GEF Montaña en las regiones Metropolitana y de Valparaíso. Para el académico, el desconocimiento de esta interdependencia entre los problemas sociales y ambientales, es lo que ha desencadenado varios de los reclamos y reivindicaciones actuales, incluidas las desigualdades e inequidades sociales. Este último es uno de los desafíos planteados por la ONU en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, a los que Chile se ha comprometido, y que busca para 2030 garantizar la inclusión e igualdad social, económica y política de todas las personas (ODS 11), lo que para Alexis Vásquez va de la mano del respeto del medio ambiente, el cuidado de los recursos naturales y una eficiente planificación territorial.

¿Cómo se manifiesta esta crisis social y ambiental?

En primer lugar, a través de la inequidad, pues tenemos una muy mala distribución de los beneficios ambientales. Por un lado, los grupos más desfavorecidos, en términos de nivel socioeconómico, étnicos o nivel de educación, experimentan una sobrecarga de los problemas ambientales. Viven en territorios donde con mayor frecuencia podemos ver instalaciones tóxicas con efectos ambientales nocivos. Por otro lado, estos grupos vulnerables, al mismo tiempo, tienen un menor acceso a los beneficios ambientales y lugares que los brindan, como playas, bosques y espacios verdes urbanos. En cambio, las clases acomodadas, por lo general generan mayores impactos ambientales negativos -esto porque por ejemplo, tienen mayor número de autos por persona, o disponen mayor capital para viajar o invertir en industrias potencialmente contaminantes-, son las que sufren menos de los problemas ambientales, ya que tienen suficientes recursos e influencia para eludirlos y, a la vez, tienen mayor acceso a disfrutar de la amenidad ambiental, en términos de acceso al agua o a una mejor calidad paisajística.

Además, muchos de los problemas que se reivindican socialmente tienen una base ambiental, como la desertificación, la escasez del agua, la exposición a eventos naturales peligrosos, la contaminación atmosférica, etc. Por eso es importante resaltar el principio de que sociedad y naturaleza están entrelazadas y tienen que ser entendidas como un todo.

¿Considera que los ecosistemas naturales son recursos frágiles y vulnerables?

Debemos entender a la naturaleza no solo como un recurso, si no como parte de lo que somos, como un componente del sistema socioecológico al que pertenecemos. La naturaleza tiene derecho a existir y no necesariamente debe estar ligada al valor económico derivado de los beneficios que entrega a las personas. Tenemos que convencernos aún más, y en forma transversal, de que la naturaleza y los ecosistemas son el soporte de vida del planeta. Entendiendo eso, al hablar de ese valor más instrumental, evidentemente deberíamos intentar darle todo el espacio posible a la naturaleza e identificar ecosistemas prioritarios. En ese sentido, en el Ministerio del Medio Ambiente desde hace un tiempo se está instalando la idea de Infraestructura Ecológica, que sería esta red de ecosistemas críticos o vitales que permitirían tener ciudades, paisajes y regiones funcionando en equilibrio.

Aquí juega un rol relevante la planificación territorial…

Debería hacerlo, pero creo que la planificación territorial en Chile ha jugado un rol desde la ausencia. Lo que deberíamos intentar es que la planificación territorial pase de instrumentos indicativos o voluntarios a instrumentos normativos y estrictos, que representen lo que el conjunto de la sociedad quiere que ocurra en el territorio. A nivel de legislación, debe existir una relación más armónica con la naturaleza, más respetuosa.

¿Cuál es el desafío del país en esta materia?

Todos los instrumentos de planificación territorial podrían reformarse. Los planes reguladores comunales, los planes reguladores metropolitanos y los planes regionales de ordenamiento territorial, deberían tener mayor fuerza para actuar sobre el territorio e incorporar la dimensión ecológica o ambiental, en donde se entiendan y se respeten los ecosistemas y los procesos ecológicos, algo que no ocurre hasta ahora, ya que se impone la dimensión económica por sobre la social y ambiental.

¿Cuáles serían las consecuencias de seguir ignorando esta dimensión ambiental en la planificación territorial?

Si no actuamos ahora, vamos a seguir perpetuando inequidades territoriales, pérdida de biodiversidad, pérdida de servicios ecosistémicos, desmantelamiento de comunidades indígenas y rurales, interrupción del ciclo hidrológico, entre otros problemas ambientales, lo que se acentuará en un futuro ante el escenario de incertidumbre que nos plantea la emergencia climática. ¿Qué va a pasar en los próximos 20 o 30 años con el agua, con la biodiversidad y las tasas de extinción? Son grandes problemas que, creo, se pueden enfrentar haciendo un cambio en la manera en que se entiende, se planifica y se gestiona el territorio. Ese cambio debe involucrar desde aspectos éticos sobre cómo entendemos nuestra relación con la naturaleza, hasta aspectos operativos que le den una mayor fuerza a los instrumentos públicos de gestión del territorio, en donde se equipare la dimensión ambiental con la económica y la social.