Nuestros bosques se secan

13/05/2019

Un estudio realizado entre enero de 2018 y marzo de 2019, observó la muerte paulatina del follaje en árboles del bosque esclerófilo de la cuenca de Santiago de Chile. Una sequía prolongada y las últimas olas de calor estarían provocando un serio daño en especies del bosque central de Chile, como Quillay, Litre y Peumo, árboles de hojas perennes que durante este verano comenzaron a perderlas. Según mediciones de expertos, un 70% del bosque estaría con algún grado de daño, situación que en corto tiempo podría transformar el paisaje de la Región Metropolitana en algo similar al norte chico, perdiendo la ciudad de Santiago valiosos servicios ecosistémicos.

Durante los dos últimos veranos, académicos de la Pontificia Universidad Católica de Chile y de la Universidad Mayor, han estudiado 78 parcelas de vegetación del Proyecto GEF Montaña, ubicadas en la zona del valle, hacia la cordillera costera, en la cordillera andina, y al sur de la Región Metropolitana. Con solo dos temporadas de estudio (2018 -2019), los científicos observaron un grave daño en el follaje de los bosques de la cuenca de Santiago, en dondeespecies perennifolias, como el Quillay, Litre y Peumo, comenzaron a secarse, perdiendo sus hojas.

“Se detectó que muchos individuos arbóreos, normalmente de color verde, presentaban hojas en tonos rojo y café, lo que no es normal para el bosque esclerófilo, que es perenne, por lo que no deberían tener ese color de otoño”, señala Cynnamon Dobbs, profesora asociada del Centro de Modelación y Monitoreo de Ecosistemas de la Universidad Mayor.

Cambio climático

Lo que estaría explicando este fenómeno sería la presencia de sequías prolongadas, sumado a las últimas olas de calor registradas en enero pasado, con temperaturas máximas que alcanzaron los 38.3 C°, según explica Marcelo Miranda, profesor del Departamento de Ecosistemas y Medio Ambiente de la Facultad de Ingeniería Forestal UC:“Creemos que hay problemas de disponibilidad de agua que genera que los árboles caviten, es decir, que pierdan la posibilidad de transportar agua desde las raíces hacia la copa y viceversa, provocando una muerte completa del follaje de la vegetación por pérdida de clorofila”.

Las mediciones señalan que los bosques densos son los más afectados. Más del 70% de los árboles estudiados presenta daño y un 15% de ese daño es considerado “muy alto”. El Quillay es una de las especies más perjudicadas, con un 60% de daño muy alto, mientras que un 40% de las poblaciones de Litre también se ven afectadas con intensidad mayor. “La importancia de estas observaciones es que uno tiende a pensar que estas especies son sumamente resistentes a las sequías, como lo han demostrado en el tiempo, pues son nativas de esta zona. Sin embargo, ahora están demostrando una respuesta distinta. Nuestra hipótesis es que, si bien están adaptadas a poca disponibilidad de agua, cuando se presentan estas altas temperaturas no logran resistir”, indica Cynnamon Dobbs.

“Ante el escenario de cambio climático que vivimos, urge hacer todos los esfuerzos necesarios para proteger, conservar y restaurar nuestro bosque esclerófilo. Debemos brindar a los ecosistemas condiciones que posibiliten su capacidad de hacer frente a la sequía y las alzas de temperatura. Nuestro país necesita ecosistemas sanos, y esta es una de las razones de apoyar proyectos como el GEF Montaña, que posibilitan la investigación en diferentes áreas para tomar medidas concretas, de forma responsable y realista”, señala la ministra de Medio Ambiente, Carolina Schmidt.

Impacto en la sociedad

La pérdida de follaje e individuos se está dando a nivel masivo, con disminución en la estructura y estratos del bosque, según explica Marcelo Miranda: “Si perdemos los Quillayes, que cubren con sus copas hasta los 12 metros de altura toda la estructura superior de nuestro bosque, este desaparecerá, así también si los Litres siguen secándose, desaparecerá el estrato medio que cubre hasta los 8 metros, ¿cuál es la dimensión de este problema? es lo que necesitamos seguir investigando”. Si se comprueba una progresión de pérdida masiva de este bosque, la Región Metropolitana completa podría volverse más desértica. “Vamos a ver un paisaje más ralo, menos denso, con menos presencia de bosque, más espinal y de menor altura, transformándose en un paisaje similar a lo que es la salida norte de Santiago, mucho menos verde”, aclara Cynnamon Dobbs.

Esto no es menor si consideramos que las hojas de árboles vivos de las especies de bosque esclerófilo entregan una serie de servicios ecosistémicos para los habitantes de la zona central. “Colaboran con la captura de polvo en suspensión, algo muy importante para la ciudad de Santiago, ayudando a mitigar la contaminación atmosférica; también capturan dióxido de carbono que producen los motores; y son una importante fuente de polen para las abejas y la producción de miel”, señala Marcelo Miranda, y agrega que “si perdemos este follaje estamos perdiendo la capacidad de recibir estos servicios ecosistémicos. Este año ya no contaremos con parte importante de ellos, porque habrá menos hojas e individuos que realicen estos servicios. En ese sentido, la muerte del bosque tiene un impacto inmediato y directo sobre los centros poblados, algo que comenzaremos a ver este invierno”.

El cambio climático trae asociada una gran incertidumbre frente al comportamiento de los ecosistemas, tal como explica Juan José Donoso, director del Proyecto GEF Montaña, y jefe de la División de Recursos Naturales y Biodiversidad del Ministerio del Medio Ambiente: “Por ahora, lo único que podemos adelantar es que si estos eventos se siguen repitiendo, tendrán una repercusión clara en los ecosistemas y en la región más poblada de Chile. Por este motivo, es que es necesario observar cómo siguen reaccionando los individuos en un futuro y comenzar a diseñar y ejecutar acciones concretas que permitan detener o mitigar este grave fenómeno”.

Una alternativa para enfrentar la muerte de nuestros bosques, es bajar la presión humana en aquellos sistemas de bosques densos. Marianne Katunaric, coordinadora del Proyecto GEF Montaña, señala que “dentro de las recomendaciones para hacer frente a este fenómeno y ayudar a nuestro bosque esclerófilo a salir del colapso debemos: fortalecer acciones en la prevención de incendios en zonas periurbanas, preferir plantar especies nativas para recuperar y restaurar laderas de bosques, usar racionalmente el agua de quebradas naturales y extracción de napas subterráneas para actividades humanas, proteger sus suelos de la extracción de tierra de hoja para que puedan retener la humedad por tiempo prolongado, y aprender a viverizar especies de árboles del bosque nativo”.